19/9/07

En serie / Petros Martinidis



Título:
En serie (Κατά συρροήν)
Autor:
Petros Martinidis (Πέτρος Μαρτινίδης)
Traductores:
Jesús Cabezas y Santiago Ibáñez
Editorial y año:
Brosquil Ediciones, 2005 (septiembre)
ISBN: 978-84-9795-180-8


Palabras de la contracubierta

La misteriosa desaparición —¿quizá asesinato?— de un universitario que pretende doctorarse en Historia del Arte, el sospechoso siniestro automovilístico de un profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Aristotélica de Salónica y el robo de tres cuadros vanguardistas de pintores rusos de valor indeterminado, abren la caja de Pandora en la vida de un apacible profesor de Historia del Arte y experto filólogo en griego clásico. ¿Cómo puede contribuir a la investigación un profesor de Historia del Arte del Renacimiento? ¿Υ qué lo mueve a prestar su ayuda? ¿Los encantos de una joven sargento que anhela una rápida promoción, las sospechas de un teniente que desea un ascenso ο la voluntad de romper una existencia tranquila que le resulta tan imprescindible para continuar con su dedicación al trabajo intelectual como asfixiante? En una atmósfera universitaria, entre la sinceridad y la hipocresía, los acontecimientos empiezan a desbordar la vida del profesor: una aventura amorosa en la que sus protagonistas coquetean entre sí y con la verdad, y los cambios y vuelcos de la fortuna que se van produciendo en serie.


Primeras líneas...

—¡Pero quién creen que soy, para poder contestar a todo esto! —les dije—. Hace cinco años que no veo a Mimis, al señor Dimitris Scuros; puede que más. Cuando enfermó mí madre ya había medio perdido el contacto con él y tras su muerte lο perdí por completo. Puede que se haya ido al extranjero, que se haya casado, que haya formado una familia, pueden haber ocurrido mil y una cosas, qué sé yo. Quienesquiera que lο busquen, si no tienen una idea mejor, pueden dirigirse a un médium... ¡ο a los "reporteros de las brumas" ο a las "alumbradoras de túneles" de la televisión!

Mientras hablaba, una sonrisa de perplejidad había aflorado en mí rostro y allí seguía; mí tono en ningún momento había dejado de ser educado y mi voz casi destilaba miel. Sin embargo, la joven sargento de policía captó la sutil ironía. Υ por primera vez desde que entrara en el salón, en compañía de su superior, indescriptiblemente formal, tomó la iniciativa de dirigirme la palabra. Me sorprendí al oír una voz de contralto, a un tiempo cultivada y juvenil, en un tono por completo idéntico al mío, pero sin la sonrisa, hacer la siguiente observación:

—En cualquier caso, para bien ο para mal, señor Macrís, se han dirigido a la autoridad pertinente, esto es, a la policía; y tal como le ha explicado en un principio el teniente Evyenidis, investigamos cualquier información que de “brumosa” pudiera convertirse en “esclarecedora”.

Me quedé atónito. No era sólo el timbre de voz ο la rapidísima réplica a mi ironía. Era también aquel impecable uso de la lengua. Con multitud de colegas de la Universidad diciendo a cada paso “habían” ο “en base a” y otros errores por el estilo, escuchar de repente a una “madera” de, a lο sumo, veinticinco años expresarse de forma irreprochable era algo totalmente inesperado.

Se trataba, a lο que parecía, de una mañana plagada de sorpresas.

(…)



Han hablado sobre el libro...


Herme Cerezo

Negra y criminal

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